EL MONASTERIO DE SAN PEDRO DE MONTES

Algunos siglos el valle despoblado se empezó a repoblar otra vez, los primeros tiempos fueron muy difíciles pero poco a poco se fueron adaptando a las condiciones del valle y se quedaron permanentemente. Pero con toda esa gente había alguien más, la serpiente durante siglos había permanecido dormida y cuando llegó toda esa gente al valle despertó y tenía mucha hambre.

El enorme monstruo cada noche se acercaba en torno a los pueblos del valle y se comía siempre a algún habitante. En los pueblos estaban aterrados y no querían salir de sus hogares por nada del mundo. Un buen día llegó un aventurero en busca del tesoro que se escondía por esas tierras y se encontró con todo el valle aterrorizado. Los habitantes le contaron lo que ocurría y el aventurero decidió tenderle una trampa a la serpiente.
Recogió todas las bayas de tejo que encontró y amasó una enorme hogaza de pan y se las metió dentro. Con la hogaza recién horneada la serpiente la olió y atraída por su fragancia se la comió. Al rato se empezó a encontrar mal y mientras estaba confundida, medio sedada y con escasos reflejos el aventurero aprovechó la ocasión y con una estaca de madera le atravesó un ojo, le alcanzó su cerebro y la mató.
A partir de ese momento el valle podría vivir en paz y prosperidad para siempre. El aventurero buscó y buscó el tesoro pero nunca lo encontró y aun se cree que está escondido por aquella zona. Éste hombre fundó el monasterio que decía al principio y muchas iglesias por todo el valle, más tarde fue obispo de Braga. El aventurero era San Fructuoso.